lunes, 28 de junio de 2010

"Beautiful Life", dorama viejo para llorar

Algunos seremos unos masoquistas por excelencia cuando de historias de ficción se trata.

El año pasado pude disfrutar de un dorama llamado “Mr. Brain” con un protagonista muy "diferente", Kimura Takuya, un tipo que personalmente me cae muy, muy bien. Sobre todo cuando descubrí que es él quien le da vida al dulce Howl en “Howl’s Moving Castle”.


En cuanto tuve algo de tiempo me puse a buscar doramas en los que había trabajado. Así llegué a “Beautiful Life” un dorama del año 2000 muy particular hasta en sus actores, tiene la sorpresiva aparición de TM Revolution, que hace de un estilista malvado, envidioso y competitivo, y nadie se lo cree porque es tan adorable que uno está todo el tiempo esperando que se ponga a cantar, sobre todo cuando se aparece con el pelo larguísimo y sus pantaloncitos de cuero XD

Kimura Takuya es Shuji, un estilista de un salón muy reconocido. Tokiwa Takako es Kyoko, una chica con muy mal genio en silla de ruedas que trabaja en una biblioteca y conoce a Shuji en una discusión de tránsito en la que se cayeron muy mal de entrada. Qué lindo cuando empiezan así, es obvio que van a amarse~~

Y como del odio al amor hay un paso, sin darse cuenta ambos se enamoraron uno del otro.

Ella tiene una sonrisa que ilumina el monitor, y él parece un chico común de barrio. Tienen una química espectacular como actores.

Lo triste fue que al cuarto o quinto capítulo, dadas las palabras de la narración, uno sabe que terminará horriblemente triste. Pero sigue mirando, con 3 cajas de pañuelitos de papel al lado. Ya no hay vuelta atrás con el masoquismo.

Lo lindo del planteo es el hecho de que él jamás siente lástima por ella. Ni siquiera cuando “se llevan mal”. Ella se enamora de Shuji porque él no se fija en cosas como las limitaciones físicas, y Shuji se enamora de ella porque es valiente a pesar de todo. Así, él le enseña a ella a conocer otro mundo... y él aprende las dificultades de vivir con alguien con discapacidad en un mundo que todavía no está preparado para que alguien en silla de ruedas se sienta cómodo. No, ni siquiera en Japón.

Obviamente ella tiene sus ratos de orgullo, y no deja que nadie le de una mano, pero a veces su orgullo flaquea y se vuelve una de esas que piensa “mejor que se vaya con una chica normal” o “para qué enamorarme si soy una carga”. Pero Shuji y la familia de Kyoko ayudan a que ella enfrente su enfermedad de otra manera y que, sobre todo, abra su corazón a Shuji.

A todo esto, Nishikawa Takanori ganó un premio como mejor actor revelación por su papel en este dorama. El dorama en general tuvo muchísimos premios, luego de que sus ratings fueron arrasadores al punto de convertirlo en el 2º dorama más visto de Japón.

¿Por qué lo recomiendo aunque lloré como desgraciada?

*Son raros los doramas con buenas actuaciones, y éste es uno.

*Creo que ya se los dije pero... TM Revolution~

*Tiene un mensaje muy optimista. Cuando uno tuvo la oportunidad de conocer gente con esas discapacidades, se da cuenta cuándo está bien tratado el tema y cuándo no.

*Ah... el amor... (uf, ya parezco Pepe Le Pew)






jueves, 17 de junio de 2010

Simon´s cat

Vagando por youtube me encontré con una colección de animaciones sencillamente geniales, sobre un gato común y corriente, como el que todos tenemos en casa, haciendo las cosas más comunes y corrientes.

¿Y qué tiene esto de interesante?

Veánlo ustedes mismos y pasen un buen rato ^^



Aquí pueden encontrar el resto de los videos -> Simon´s Cat Youtube Channel

miércoles, 16 de junio de 2010

El juego de Ender: “El único maestro es el enemigo”



Hace muuuuchos años conocí una de las obras de un señor llamado Orson Scott Card.
Era una saga de libros llamada “La Saga del Retorno”, que cuenta la historia de un grupo de humanos en un planeta a millones de años luz de la Tierra que es seleccionado para volver a ésta. Es un viaje épico genial y atrapante, donde se muestran las miserias y las genialidades humanas de una manera accesible a cualquier tipo de lector, pero no por eso es superficial.
En ese momento alguien me dijo “Card tiene un cuento increíble que se llama EL JUEGO DE ENDER, pero sería genial si pudieras conseguir el libro que escribió basado en ese cuento”. Cuatro o cinco años después, revolviendo en una tienda de libros pegué un grito al ver que “El juego de Ender” estaba ahí quietecito diciéndome “llévame y léeme”. Les hice caso, a la persona que me lo recomendó en su momento y al libro que me hablaba XD.
Me encaminé a mi casa y empecé a leerlo. Leyendo las primeras páginas me bajó la presión porque describen una escena en la que al protagonista le sacan un chip de la cabeza. Casi me desmayo en medio del transporte público. Me impresionó cuán bien contada estaba esa escena al punto que la recreé tanto en mi mente que parecía tener al niño frente a mí.
Y me devoré el libro. En el nudo de la historia tenía mis ojos abiertos así de grandes y pasaba las páginas locamente desesperada por ver qué pasaba hasta que ocurre cierta “cosa” y grité como loca en mi casa “¡NO LO PUEDO CREER!”. Realmente no me imaginé lo que iba a suceder. Hay gente que me dijo que era obvio. Quizá lo leí tan concentrada que no tuve ni tiempo de pensar en los escenarios posibles para el desenlace. O simplemente tengo menos capacidad de predicción que una botella de agua.
Bueno pero ¿de qué trata este librito?
Andrew “Ender” Wiggin es un “tercero”… un tercer hijo de un matrimonio común en un mundo en el que no se permiten más de dos hijos. La existencia de Ender fue permitida porque se esperaban cosas de él. Cosas como ser un soldado genio. Por ello se lo llevan a la edad de 6 años a la Escuela de Batalla, en la cual tiene un duro entrenamiento junto a otros niños genios de todo el mundo para prevenir otra invasión de los llamados “insectores”, una raza extraterrestre con la que los humanos tienen un historial de enfrentamientos. En un principio Ender no quiere ir porque no quiere despegarse de su querida hermana Valentine, pero el odio que le tiene a su sociópata hermano Peter es más fuerte y Ender parte al espacio.
En la Escuela de Batalla, Ender se enfrenta a la envidia, el aislamiento, el éxito, el odio, la violencia. Sí, a esa tierna edad. Mientras tanto los niños juegan y juegan en simuladores de batallas para entrenarse, y viven sus años siendo soldaditos en miniatura. Brillantes, pero niños al fin.
En la Tierra sus hermanos deciden agitar el mundo: se proponen modificar la opinión pública mundial bajo los nicks Locke y Demóstenes, preparando sus discursos en las sombras y llevándolas a la red como si realmente estuvieran discutiendo.
Tengan en cuenta que este libro salió en los 80. Uno lo pensaría hoy como una discusión en foros, facebook, twitter y vaya uno a saber qué más.
Si sigo contando caeré en el spoiler y no es la idea. Este libro sorprende por ser un libro de fácil lectura pero profundo contenido, violento y tierno, psicológico y épico. Ciencia ficción que hace muchísimo hincapié en las relaciones humanas, en la relaciones entre especies, en la política. Es uno de los mejores libros que leí.
“El juego de Ender” ganó importantes premios literarios, es amado y es muy criticado porque han llegado a comparar al pequeño Ender con Hitler… cosa que me pareció absurda y estúpida.
Hace años se habla de una película. Wolfgang Petersen la estaba dirigiendo, pero a Card no le gustó el rumbo que le estaban dando al film. Hace poco, en el lanzamiento de ooootro libro más de la saga de Ender, se confirmó que la película no se hará (por ahora) dado que según el autor, no es “hollywoodense” la historia, Ender no es un héroe. Es un niño lleno de fantasmas que quiere crecer y no puede elegir cómo hacerlo ya que está ahí encerrado en esa escuela en el espacio.
Este libro fue el puntapié inicial para una interminable saga de libros que se desprendieron de éste (la saga de Ender y la saga de las Sombras). Aunque si quieren leer “El juego de Ender” y nada más, no se arrepentirán. Es un libro autoconclusivo.
Card es criticado duramente por sus opiniones sobre la homosexualidad y porque a veces usa citas “muy cristianas” (es un ferviente mormón). De hecho yo tampoco estoy de acuerdo con muchas de sus opiniones. Pero espero que tengan la capacidad para separar una cosa de la otra y no privarse de sus libros, ya que sus obras son magníficas y te atrapan desde la primer página, para darte cuenta que cuando llegaste a la 10 ya tienes en tu mente armado todo el mundo que él creó y estas sumergido en ese mundo sin salida posible... aunque en realidad tampoco quieres salir.

miércoles, 9 de junio de 2010

Los caballeros de la guerra: breve recorrido por el período samurai


El samurai fue, ante todo, un guerrero. Violento y maravillosamente refinado, reflejó fielmente la imagen del Japón feudal. En la actualidad ya no existe. Sólo queda el intento de mantener su espíritu a través de las artes marciales.

Esta nota, escrita por Dominique Buisson y extraída del número 47 de la revista Yudo/Karate, publicada en Argentina en diciembre de 1977, recuerda la historia de los guerreros japoneses, llena de matices destacados y plagada de hechos que quizás ya muchos conozcan, de aquellos legendarios caballeros del honor.

A pocas semanas del estreno de Sengoku Basara Nii, quiero compartir con ustedes este texto que me gustó mucho.


Los caballeros de la guerra

“Hana wa sakuragi hito wa bushi”. Esta máxima, tan querida al sentimiento de los japoneses, puede traducirse así: “De la misma manera que la flor del cerezo es la flor por excelencia; entre los hombres, el samurai es el hombre por excelencia”.

Surgido de un pasado fabuloso donde la leyenda es inseparable de la realidad, el samurai ha sido considerado en todos los tiempos como la imagen de la grandeza de una tradición que se ha perpetuado hasta nuestros días. Este hombre, cuya vida es tan floreciente pero también tan efímera como la de la flor del cerezo, es la imagen misma de su país: violento y maravillosamente refinado.

Su oficio de guerrero, al conducirlo sin cesar por un estrecho camino entre la vida y la muerte, convirtió en su más preciado bien a su armamento y en primer lugar a su sable, la célebre katana. Por otra parte, debía estar pronto a morir a cada instante. Su vida no sería, entonces, hecha sino de gloria y de combates y todo el arte consistiría no en vencer sino en morir dignamente, agradeciendo incluso, a veces a su adversario por haberlo matado tan bien, por medio de... un delicado poema. Pero el samurai es, ante todo, un hombre de guerra. Y para comprender bien ese carácter tan absoluto es necesario recordar que la mitología japonesa es rica en ejemplos heroicos.

Es evidente que todas las mitologías, ya sean griega, hindú, africana o céltica, se expresan gracias a dioses muy valientes y batalladores, pero en ninguna otra parte ellas se afirman tan fuertemente. Fantástica mitología que simboliza a través de un arma (el sable) toda la virtud de guerra del Japón naciente.


Un sable sacado de la cola de un monstruoso dragón

Cuando la diosa del sol, Amaterasu, envió a su pequeño hijo a conquistar el reino terrestre, ella le confió las tres insignias del Poder: el Collar, el Espejo y el Sable, sacado de la cola de un monstruoso dragón. No se debe dudar de la virtud de ese sable precioso, ya que el mundo pronto será pacificado y el advenimiento de Jimmu Tonno (primer descendiente terrestre de Amaterasu) marcará el Año I de la era japonesa. En ese punto, la historia se reúne con la mitología. Corría el 600 a.C.

Luego, durante siglos aún, los dioses asistirán a los hombres para su conquista de otras comarcas, imponiendo aquí y allá tributos a los países conquistados. En el año 200 d.C., la preponderancia militar del Japón es tan fuerte que la Emperatriz Jingu Kogo atravesará los mares e invadirá Corea. Su hijo esperará que ella haya regresado al país para nacer, después de tres largos años de guerras. Ese hijo tan paciente, el futuro emperador Ojin, será inmediatamente divinizado bajo el nombre de Hachiman, dios de la guerra.


El nacimiento de un hombre nuevo

Gracias a estas conquistas lejanas, la aristocracia japonesa tomará contacto con una cultura incomparablemente rica: la de China. Esta nación tan civilizada, tan refinada, influenciará mucho al rudo Japón. Rápidamente contactos fructíferos van a unirse con el continente. Un salto en la historia y estamos ahora en Heian Kyo, futura ciudad de Kyoto; ciudad japonesa sin duda, pero china en su forma y en su espíritu. Toda la cultura china ha sido asimilada, japoneizada. El Japón es actualmente rico, muy rico, y la lucha por esta riqueza va a enfrentar a las grandes familias. Esta época Heian es, entonces, fértil en grandes batallas. Fujiwara, Taira, Minamoto: estos nombres retumban como tambores en medio de los combates. De todos esos grupos que no cesan de disputarse el poder, el de Fujiwara, el primero, pondrá a la dinastía imperial a su merced. Pero después de una larga espera, el clan Taira aplastará a sus rivales Fujiwara al mismo tiempo que lo hará con los Minamoto. A partir de allí, el espíritu de revancha animará a la historia de esas familias. Los grandes guerreros de cada campo se ilustrarán de tal manera que la leyenda les acordará poderes casi sobrenaturales. Como ese célebre arquero Taremoto, del grupo Minamoto, que está representado sobre los primeros billetes de banco japoneses, en momentos de traspasar la quilla de los navíos enemigos con sus flechas. O como Yoshitsune, que aprendió de los genios alados el arte de la esgrima. Pero recién veinte años más tarde el éxito coronará los esfuerzos de los Minamoto con la aparición de su ilustre jefe Yoritomo, y su formidable victoria naval sobre el clan Taira, en 1185.

Son esos fabulosos combates los que marcarán la historia japonesa con un sello indeleble. Gracias a esas batallas de familias, el Japón va a liberarse de la dulce pero decadente atmósfera china, y definir su sobrio y eficaz espíritu caballeresco. A través de toda esa epopeya guerrera, tan a menudo pintada en las estampas, asistimos al nacimiento de un hombre nuevo.


La senda del arco y el caballo

Muy pronto, el Japón entrará en una larga era de siete siglos, la del “samurai” (el que sirve). Esta época, Kamakura, debuta con la creación del bakufu, o “gobierno militar de la tienda de campaña”, que codifica las costumbres y lo deberes del guerrero. Ese código de honor y de lealtad absoluta al superior no es todavía más que un simple resumen de jerarquía, pero permitirá establecer una dictadura militar en todo el territorio.

Yoritomo, su creador, se atribuirá muy naturalmente el título supremo de generalísimo (shogun), y asumirá realmente el poder.

A fines del siglo XIII, el espíritu se adelanta a las simples cualidades técnicas del combatiente, y el código del samurai se transforma poco a poco en un código moral: “La senda del arco y el caballo”. Pero los dos intentos de invasión al suelo nipón por los mongoles van a disminuir seriamente la eficacia de esta bella moral. Hasta entonces, los japoneses tenían el hábito de batirse elegantemente. Ningún combate se libraba sin el desafío tradicional de los más valientes guerreros: “Yo, Yoshitomo de Gonji, desafío al más bravo de entre vosotros a venir a medir su coraje, y si él no teme a la muerte, que venga a mí”. Los mongoles no hablaban japonés; puede admitirse consecuentemente que no habrían comprendido esos desafíos, y el primer caballero nipón que se adelantó no tuvo ocasión de presentarse. Acribillado por las flechas, se dio cuenta de que no respetaban las leyes de “La senda del arco y el caballo”. La increíble eficacia táctica de los soldados de infantería mongoles chocaba y sorprendía al ejército de los samuráis. Estos estaban por ser aplastados cuando un providencial tifón se desencadenó sobre la flota enemiga. Sin duda, los dioses estaban del lado japonés, ya que “los Vientos Divinos, Kamikaze, soplaban a favor de ellos”.


El zen

Un profundo cambio de mentalidad va a operarse. La aristocrática clase de guerreros admitirá en sus rangos a soldados de a pie de condición más popular. Este “grupo a pie”, compuesto de pequeños terratenientes, de campesinos, permitirá al pueblo trepar en la escala social, sobretodo en los períodos de guerras civiles que sobrevendrán. El nuevo gobierno de la era Muromachi no podrá impedir la creación de esos pequeños reinos combatientes, como así tampoco las revueltas campesinas, pero favorecerá una suerte de Renacimiento filosófico y artístico. El origen de esa renovación, el budismo zen, será precioso para el porvenir del Japón. El espíritu del samurai va a encontrar su verdadero sentido, su verdadera definición. “La senda del arco y el caballo” va a convertirse en “La senda del guerrero”, el famoso bushido.

Por cierto, la doctrina zen es severa, pero será aceptada por una élite que busca dar a su vida un sentido más profundo. El zen enseña que el real conocimiento no puede ser obtenido más que por una intensa disciplina mental y física.


El arte de morir

Pero el pueblo es desdichado, y la anarquía es grande. Alrededor del 1600, el emperador conferirá a uno de sus generales la tarea de pacificar el estado. Oda Nobunaga, guerrero enérgico e intransigente, deberá reunificar a los grandes barones (los daimyo). Sangrienta al principio, esta obra de reunificación continuará más suavemente con Toyotomi Hideyoshi, quien desarmará a los campesinos, y se concretará con Ieyasu Tokugawa (descendiente de la ilustre familia Minamoto). A partir de allí, el Japón entrará por primera vez en un largo período de 250 años de paz. Para asentar a su familia en el poder, el shogun Tokugawa va a extender a todo el país la red inextricable de un nuevo feudalismo.

En calidad de “hombre de espada”, él llevada dos sables (daisho), signo distintivo de su nobleza. Podrá responder con sangre a toda ofensa proveniente de un inferior. Sin embargo, el samurai se encuentra impedido de ejercer cualquier actividad manual o comercial (el colmo de la falta de educación sería hablar de dinero). Para esta casta superior, el suicidio “voluntario” (seppuku) por abertura del vientre deberá “convertir en inútil la espada del verdugo” para siempre.


Guerreros pacíficos

Pero los tiempos han cambiado; estamos en época de paz. Para llenar su inactividad, el samurai se dedica a la filosofía, a la literatura, al teatro introducido anteriormente por la doctrina zen, aunque con un espíritu menos austero. Su entrenamiento no estará centrado en la eficacia del combate sino en su propia eficacia. Ya nos será más el hombre el que hará el arte de la guerra, sino que las artes marciales harán al hombre.

Después de 250 años de paz impuesta por los Tokugawa, Japón despertó. Una horrible guerra civil enfrentó a shogun y emperador con motivo de la reapertura del Japón al extranjero. La presión de los americanos primero, y de los europeos después, obligó al emperador a asumir el comando del ejército. Recibió la sumisión del último shogun. Ésa fue la última vez que se llevó la armadura a la batalla. La apertura del Japón al mundo moderno, en 1868, bajo la restauración Meiji, y la abolición de la obligación de portar el sable en 1877, redujeron a unos 40.000 samuráis al descanso “técnico”. Muchos no soportaron ese cambio y no aceptaron la práctica de otro oficio. Numerosos harakiri dieron fin a este período. La mayor parte de los samuráis debieron vender su equipo, conservando solamente, y de una manera piadosa, su katana ya inservible.