Durante el primer año de la década, y curiosamente el último año del siglo XX, la vida era simple. Cursaba yo el segundo año de Enseñanza Media (lo que sería el equivalente chileno al antepenúltimo año de preparatoria. Saquen sus cálculos). Mis mayores obligaciones constaban en estudiar lo suficiente para sobrevivir al colegio, llegar a la casa a ver televisión, conectarme a Internet para bajar a las descomunales velocidades de aquellos tiempos, comenzar los primeros (y escasos) romances de la adolescencia y hacer ya más nada. Eran buenos tiempos, con buenos amigos al lado, con fiestas nocturnas y con la inocencia del no saber nada del porvenir. Simplemente se vivía y se respiraba el aire fresco de los dieciséis, edad que tenía yo durante el año 2000.
Durante el 2001 marcado por el ataque al World Trade Center en Nueva York (realmente curioso resulta que haya sido un día 11 de septiembre, mismo día en que -en 1973- se efectuó un golpe de estado en Chile, el cual fue ampliamente respaldado y financiado por el gobierno estadounidense), la cosa seguía medianamente igual; ningún cambio notable. Los mismos vaivenes de siempre con la familia, las mismas peleas y buenos momentos con mi vieja, el mismo ambiente escolar que, mirando hacia atrás, ahora se echa tanto de menos, la misma rutina que variaba entre la televisión e Internet. No recuerdo mucho más de ese año, pero tuve el logro de pasar al último año de Enseñanza Media. Da risa pensar que en ese momento me alegraba de estar a un año de terminar la escuela, sin siquiera ponerme a pensar en qué estudiaría en mi futuro universitario. ¡Cómo me ha pesado eso en todo este tiempo!
2002. Ah, 2002 fue un gran año. Uno de los pocos a los que puedo considerar con ese adjetivo. No sé por qué recuerdo a ese año con tanto cariño. Bueno, sí, sí lo sé: fue un año de muchos avances en muchos ámbitos de mi vida. Estaba dejando de ser un niño adolescente para convertirme en un pseudo-adulto (iba a usar el término "niño adulto", pero algo en mi interior me dijo que mejor no), tras mucho deambular por la soledad de la vida, conocí a una mujer que se hizo mi polola (término chileno que en otros países significa "novia", "enamorada", cómo gusten) y que aún continúa conmigo hoy, terminé el colegio sin perder ningún año, logré pasar el invierno y seguir vivo. Sí, fue un gran año. Continuaba estudiando canto y guitarra aquí en La Florida, Santiago (no sé si lo mencioné antes, pero durante 2000 hasta más o menos 2004 estudié música y hasta tuve mi banda; nos presentamos muchas veces en vivo y tocábamos más que nada Los Prisioneros). Definitivamente, un buen año. Como pocos.
En 2003 comenzó la debacle. Como dije antes, nunca me puse a pensar en qué estudiaría para mi futuro, y como aún me faltaba algo de madurez para tomar la decisión, y como mis padres parecían más preocupados de sus asuntos que de guiarme, me puse a estudiar lo que estaba de moda para mí en ese momento. Ya no recuerdo muy bien el nombre de mi primera (y fallida) carrera, pero era algo como Interpretación Musical. En fin, ya saben: hacer solfeos, escribir y leer partituras, aprender piano. A mitad de camino, ¡en mi primer año!, me di cuenta de que eso no era para mí. Deshice mi banda (que ya estaba prácticamente deshecha, pues consistía de un amigo en el bajo, voz y coros, yo en guitarra, voz y coros también, y el amable y para nada quejoso FruityLoop en batería. Ey, llegamos a grabar un disco en vivo, así que no me quejo), hablé con mi padre y abandoné esa carrera. Al próximo año comenzaría una carrera prometedora que se basaba en algo que sabía desde que tenía catorce años: inglés.
Así fue como en 2004 me inscribí en la no muy respeta (aunque ha mejorado) Universidad de las Américas para estudiar Traducción e Interpretación en Inglés-Español. Fueron buenos tiempos. La carrera la estudié desde ese año hasta mediados de 2006. Entretanto, en mi vida personal, volví con mi novia, con la que había terminado la relación en mayo de 2003 por razones que a estas alturas parecen sumamente tontas, por fin pude ganarle la "guerra" a mi mamá para que dejara de hostigarme con exigirle dinero a mi viejo por la razón que a ella se le ocurriera en ese momento (quizás la vencí un poco tarde, pero era un problema que tenía encima desde 1995, así que me hizo muy feliz acabar con él). Nada más que contar sobre este año. Lo más notable, aparte de las medallas de oro y bronce de Feña González y Nico Massú en las Olimpiadas de Atenas, fue que por fin pude comenzar a sentir plenamente lo que era la universidad... Aunque fuera las Américas.
2005 fue un año aburrido, sin mucho que contar. Mi noviazgo seguía viento en popa. La universidad iba a los tumbos, como siempre, pero se sobrevivía. Mis discusiones con mi madre iban en aumento en muchos niveles (sí, sé que discutía mucho con ella, pero cuando uno es hijo de padres separados suele discutir más con el padre con quien vive. No es que no me arrepienta de haberlo hecho, pero ésa es la verdad), pero gracias a eso pude darme cuenta de que por fin había dejado de ser un adolescente, pues al hacer el ejercicio de escucharme desde el exterior, me percataba de que mis argumentos tenían sentido... aunque muchas veces no tuvieran razón. Éste fue el año en el que, para practicar mi inglés, decidí ingresar a AnS. Pensé que iba a durar dos semanas, nunca imaginé que me quedaría por años. Lamentablemente, también fue éste el año en el que la Crisis Vocacional comenzó a hacer presa de mí: las materias de la carrera no me estaban gustando y comencé a hacerme la pregunta que muchos se hacen, ya sea tarde o temprano: ¿quiero dedicarme a esto toda la vida?
Por eso fue que en 2006 cometí el que considero mi peor error hasta la fecha: a mitad de año convencí a mi viejo para dejar la carrera de Traducción y me fui a su carrera "hermana": Pedagogía en Inglés. No puedo decir que me fue mal, pues con toda la humildad posible debo admitir que tengo cierto talento para el idioma y que no me hacía falta estudiar para sacar buenas calificaciones, pero no me sentía feliz ahí. Además, tuve una experiencia traumática cuando en la asignatura de Práctica I nos tocó a unos compañeros y a mí ir a hacer clases a un segundo medio de un colegio. Era el curso más desordenado, maligno, déspota y cruel de todo el colegio y se lo lanzaban encima a unos novatos como nosotros (en especial si tomamos en cuenta que los profesores se aprovechaban de los alumnos en práctica y leían revistas, o simplemente se desaparecían, mientras uno hacía una suerte de clase. ¡Con razón nuestra educación está como está!). Fue en esas prácticas en las que me percaté de mi gran error y arrepentido decidí seguir con la carrera, pues sería mucho volver a cambiarme. Pero tras mucho conversar con mi papá, ahora con la humildad del que sabe que la embarró, decidí sentar cabeza en lo académico y comenzar a estudiar lo que había rechazado desde un comienzo por tontas trancas que tenía desde niño.
A mediados de 2007 abandoné la carrera de Pedagogía en Inglés y comencé a estudiar Psicología, siguiendo los pasos de mi padre y de su profesión que es "prima lejana" de la mía (Psiquiatría). Pero 2007 no fue un año simple. Tenía cuestionamientos por todos lados, desde mi familia, mi novia, mis padres y también desde mí mismo. Comenzaban a pesarme los años divagando por diversas carreras, pero aún había tiempo. El fansub me servía como una especie de desviación a los problemas, como una buena vía de escape. Pero ese año también hubo profundos asuntos en el fansub que también me quitaron la calma. Por suerte, según avanzaba ese año, las cosas se fueron solucionando, no sin sacrificios por todas partes, pero sí con una calma renovada.
2008 ha sido uno de esos años que uno nunca quiere vivir, un año marcado a fuego por la muerte de mi madre. Esto me afectó de muchas formas, aunque el fansub pareció ser ajeno a todo ello, pues continué mi trabajo con una frialdad que aun hoy me asusta. Como dije anteriormente, me servía de vía de escape y no hay mejor momento para utilizar un instrumento así que para cuando se sufre una crisis como la que vivía mi familia en aquel año. En la universidad caí en varias asignaturas, especialmente pues ahora debía sentarme a estudiar a consciencia y ésa era una habilidad que nunca había desarrollado, y eso me atrasó varios años. Y para alguien que llegaba a la mitad de sus veintes, atrasarse varios años significaba egresar de la carrera cada vez más cerca de los treinta. Mi madre falleció en junio cuando el cáncer le ganó esa batalla y nosotros, tres hermanos (dos mayores que yo por alrededor de diez años) y dos sobrinos nos vimos de pronto sin el pilar de esta casa y de esta familia. Nunca le he tenido mucho cariño a esta casa en la que habito y a la que jamás he podido llamar "hogar", pues por los problemas que se fueron acumulando con los años, todo el amor que pude ir sintiendo por este techo se perdió cuando fue superado por el rincón oscuro de mi corazón. Y, sin embargo, la vida debía continuar y aquí seguimos hoy.
Pero 2009, este año de transición, no ha sido bueno. Para que puedan imaginar la situación en la que se encuentra mi familia, imaginen una casa. Imaginen que esa casa tiene cimientos que, si bien no son perfectos, son firmes y seguros. Imaginen que mis hermanos y yo somos como paredes, unas más solidas que otras, que se aferran a ese muro por seguridad, pues así han estado desde que esas paredes fueron construidas, y también imaginen que mis sobrinos son como dos paredes pequeñas que se aferran tenazmente sólo a una que mira hacia afuera, no hacia adentro donde están ellas. Un día llega un terremoto, los cimientos (que serían mi madre) desaparecen y las paredes, que sólo estaban unidas en las esquinas, se tambalean cada una para su propio lado, equilibrándose en el aire como pueden, pero sin caer aún. Así es mi familia. Esto se está desmoronando de a poco y falta menos cada día para que estas paredes caigan a tierra. Como dijo Basile cuando Chile derrotó a Argentina: "Esto es un desastre". Pero ¿siempre fuimos tan débiles? ¿Siempre fuimos tan separados que sólo unas esquinas, unos pocos lazos que van más allá de la hermandad, nos unen? A la primera pregunta debo responder que no, no somos débiles, somos fuertes cada uno en un sentido, pero sólo nos preocupamos de vivir bajo el mismo techo, no de vivir juntos. A la segunda pregunta debo responder que sí, siempre lo hemos sido, y lo peor es que a estas alturas a ninguno de nosotros le interesa acercarse al otro. Por nuestros carácteres distintos. Por nuestro propio agobio.
La década comenzó como un sueño de niño, con la adolescencia y el fin de la infancia a flor de piel, pero terminó como una especie de guerra fría que nadie esperaba. Muchos planes fallaron, pero otros sí lograron concretarse y muchas otras cosas que no estaban en el horizonte llegaron para bien y para mal (pues no todo siempre es malo). Esta década comenzó con dos aviones estrellándose en dos torres altísimas que dejaron al mundo en silencio y con terror, y terminó con la muerte de un ser anónimo que no causó ruido alguno en el mundo, pero que en mi vida se marcó con el fulgor del fuego.
Es cierto, ésta es mi vida y no debería estarla compartiendo así a la ligera, pero ¿por qué lo hago, entonces? ¿Por qué me arranco las vendas del pudor y la narro como si fuera un simple cuento? Porque en esta vida donde uno es sólo uno más de varios miles de millones es muy difícil lograr dejarle algo al resto, y si ese algo puede ser mi propia experiencia de una década, de la primera década de la que tengo plena consciencia, entonces lo cedo con gusto, para otros que lean esto y hallan caído en los mismos errores que yo sepan que pueden levantarse, pues yo aún no me he rendido, y sepan que por muy negra que se vea la cosa, siempre hay algo de luz al otro lado del camino.
Esto no es sólo un desahogo yo me estoy dando, pues en parte lo es, sino que también se trata de una luz de esperanza que intento, que planeo, que deseo, darle a quien le interese tomarlo, aunque sea una sola persona.
Por eso, amigos míos, gente a quien no le he visto la cara y de la que no sé absolutamente nada, nunca se rindan, sean resilientes, sepan levantarse, pues esta vida es dura, no es un jardín de rosas sino que una carretera llena de baches, pero que puede vivirse y que para eso estamos aquí. De todos los males que vivan, saquen lo bueno. Y todo lo bueno que les ocurra, valórenlo por muy insignificante que parezca, pues quizás, cuando estemos en el 2019, miremos hacia atrás y hagamos retrospectiva para darnos cuenta de que sí logramos disfrutar lo que hemos vivido, y mejor aún: que lo que se va es una década, un período de tiempo, pero que más adelante aún nos queda mucha vida para disfrutarla con todo el gozo que podamos darle.
Mistwalker
PD: No, Tincho, no hay ninguna luz rodeándome en esta ocasión xD